Hola Descifrando el caos.
El blog se muda de plataforma. Y de nombre. Era un cambio de aires que hacía falta desde hace tiempo. En el nuevo blog estarán los relatos que aquí se encuentran e iré subiendo nuevos poco a poco. Además, ya no estará acotado exclusivamente a relatos, dándome un poco de libertad para hablar de aquellos libros o aquellas películas que me llaman la atención.
Y no dentro de mucho habrá una recopilación de relatos que publicaré en un libro, con una selección de los ya publicados y la incorporación de algunos nuevos que he escrito últimamente. Pero esto último presumo que me llevará tiempo, así que a medida que vaya saliendo a la luz lo iré comentando en Twitter y en el nuevo blog.
Historias a medias
martes, 30 de junio de 2015
miércoles, 25 de diciembre de 2013
La puerta
-¡Gilipollas!
–gritó mientras descargaba su rabia contra el claxon del coche.
Un
conductor se había metido en la rotonda sin ceder el paso y había provocado que
pegara un frenazo para evitar el choque. Después de una buena ráfaga de luces y
un insistente uso del claxon Alberto tomó su salida de la rotonda, y tras girar
por dos calles y pasar siete baches, aparcó en la entrada de su casa.
Bajó
del coche y abrió la puerta del jardín con la mano que le quedaba libre, la
atravesó y la cerró de un portazo empujándola con la pierna. Mientras avanzaba
por el camino de piedras hacía malabares para buscar con una sola mano la llave
que necesitaba de entre las diez que tenía en todo el llavero.
-No veo
nada ya a estas horas, si algún día consiguiese llegar de día… pero no, el
maldito trabajo siempre es lo primero –gruñía Alberto entre dientes -, siempre
con el puto papeleo de última hora.
Una vez
en la entrada dejó caer la cartera al suelo sin ningún cuidado. Al caer, acabó apoyándose sobre sus zapatos, sobre esos zapatos que le estaban destrozando los
pies últimamente. Con una patada la mandó contra la pared y avanzó hasta el
cajetín que había al lado de la puerta. Al introducir la llave y girarla abrió
la puerta y quedó al descubierto que se encontraba completamente vacío, se
podían ver tres estantes y que los tres tenían una mayor profundidad de la que
parecía a simple vista.
Casi
como un acto reflejo colocó las llaves del coche de empresa en el estante de
abajo a la izquierda, el mismo sitio en el que las dejaba todos los días.
Perdería de vista, al menos en las siguientes nueve horas, al coche con el que
tantos kilómetros hacía al día y con el que siempre acababa metido en algún
tremendo atasco de la ciudad.
Acto
seguido sacó el móvil del bolsillo y vio que parpadeaba una pequeña luz azul,
lo desbloqueó y vio que tenía un nuevo email: “Se adelanta la reunión una hora, te necesitamos en la oficina mañana a
las 7:00”. Cojonudo. Lo apagó y de un golpe fue a parar al lado de las
llaves.
Buscó
en el bolsillo interior de su chaqueta y cogió la cartera de piel y, antes de
dejarla al lado del móvil, contempló lo abultada que estaba con tantas tarjetas
de plástico que había en su interior. La tarjeta de débito, la de crédito para
las urgencias, la tarjeta de puntos de la gasolinera, el pase del trabajo,
carnet de conducir, seguridad social, la tarjeta de familia numerosa… y otras
cuantas que no quiso repasar mentalmente. Esos trozos de plástico, y en
especial las tarjetas del banco, suponían una enorme carga en el día a día, una
constante lucha contra la cuenta corriente. Pero esta noche iban a dormir todas
juntas fuera de la casa.
A pesar
de que aún le quedaba por guardar la cartera que se encontraba en el suelo ya
se sentía mucho mejor, incluso una pequeña sonrisa empezaba a asomar por su boca.
Se agachó y recogió la cartera y la introdujo en el segundo estante. El portátil
con los archivos Excel de miles de celdas y los documentos con cientos de
páginas ocupaban por completo todo el segundo estante.
Se
acabó. Cerró la puerta del cajetín y buscó la llave de la puerta principal.
Mientras lo hacía le llegó un ligero olor a carne. La cena ya estaba lista. Y
eso le produjo tal satisfacción que empezó a cantar el estribillo de una
canción que había escuchado esa misma tarde en la radio. Al acercarse a la
puerta dejó de tapar la luz de una farola lejana que incidía directamente en la
puerta del cajetín y ahora se podía leer una palabra que estaba pintada en
negro: “Problemas”.
Finalmente
entró y en seguida apareció su mujer que, tras darle un beso, preguntó:
-¿Qué
tal fue el día?
-Bien, bien, aunque ahora empieza la mejor parte –contestó con una sonrisa.
lunes, 18 de febrero de 2013
"Breve" historia de desamor
Al principio todo eran buenas palabras,
promesa tras promesa me ilusionaste ante el viaje que nos esperaba.
Lo di todo por ti y tú me ponías buena cara a cada año que pasaba
mientras maduraba y me convertía en esa persona que tanto ansiaba.
Pero las cosas se empezaron a torcer
y aunque tú al principio lo negabas algo podía entrever.
- ¿Y ahora qué vamos a hacer?
- No te preocupes por tu futuro que ya me encargo yo de él
Pero incumpliste tu palabra cuando las cosas se derrumbaron,
me abandonaste en vez de permanecer a mi lado.
Me habías prometido el cielo y me lo negaste a base de palos.
Me habías prometido el sol y me lo arrancaste de las manos.
Pero este es el punto en el que nos separamos,
llegó el momento de que me marche de aquí:
tú eres España
y yo un recién licenciado que va a echar de menos Madrid.
martes, 22 de enero de 2013
Estación en curva
Su pelo rubio se movía a causa del viento que provocaba
viajar a 140 km/h. ¿El destino? Cualquier playa desierta del sur de la
península. Buscaríamos alguna pequeña playa soleada en la que beberíamos hasta
el atardecer y nos bañaríamos desnudos sin que nadie nos molestase. Me había
gastado mis ahorros en alquilar este descapotable pero no me arrepentía, tanto
tiempo explotado en la misma empresa te lleva a cometer este tipo de locuras.
Era la chica de mis sueños y estaba a mi lado, por fin, viajando los dos solos
como siempre había imaginado. Sin preocupaciones. Sin responsabilidades. Nos
pusimos de acuerdo esta mañana en el metro de camino al trabajo. Pisé el
acelerador y exprimí el motor de 200 caballos mientras sonaba “You Can't Always
Get What You Want” por el potente equipo de música.
No teníamos ninguna reserva de hotel y con toda seguridad
ahora mismo ya estaba oficialmente despedido, puesto que había dejado colgado a
mi jefe en una importante presentación en la que por supuesto él no había
trabajado. Pero era feliz por estar con ella. Giró la cabeza y pude contemplar
esa sonrisa que tantas mañanas me había hipnotizado desde el otro lado del
vagón, alegrándome el resto del día y facilitándome a la mañana siguiente levantarme
a las 7 de la mañana para ir al trabajo en el abarrotado transporte púbico.
Abrió la boca y me dijo:
- Próxima estación Atocha. Atención, estación en curva, al
salir tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén.
viernes, 28 de diciembre de 2012
Zombies
...había cientos, cientos de ellos, juntos de tal manera que los espacios se medían en milímetros. Y no tenían intención de irse. Solo una fina puerta de cristal nos separaba a mí y mis compañeros de todos ellos. Había mujeres y hombres de todas las edades, había gente joven, podías distinguir incluso a algún niño pequeño. Y ninguno de ellos se iba a marchar de ahí, querían entrar y lo iban a conseguir. Giré la cabeza a la derecha para mirar a mi compañera y no nos hizo falta mencionar ninguna palabra. Con la mirada era suficiente. ¿Por qué no me habría ido a las afueras cuando acabé la universidad?, lejos de la ciudad y del caos constante en el que te sumergía. Pero sin embargo aquí estaba, a punto de enfrentarme a todos ellos, ¿qué podía hacer sino?, ¿huir?, ya no. Ahora era imposible. Era inevitable no recordar las escenas que transcurrían en Atlanta en la serie de The Walking Dead, yo contra el mundo. Me armé de valor y me acerqué a la puerta. A cada paso que daba hacia ellos más se alteraban. Temblaban las puertas y temía que se vinieran abajo antes de alcanzarlas. Cuando llegué a ellas me paré por un instante y toqué el frío cristal con la palma de mi mano. Era la hora de que entrasen, así que introduje la llave y quité el cerrojo. A las 9:00 daban comienzo oficialmente las rebajas...
martes, 13 de noviembre de 2012
Menos es más
Soñé
con grandes fortunas, estar rodeado de mujeres y conducir un Ford Mustang,
mirar la hora en un Rolex y tener tantos billetes como para comprar la Luna.
Soñé con dirigir una gran empresa y tener el
51% de acciones sobre mi mesa, vestir traje de etiqueta y un despacho
con moqueta. Soñé con ser el centro de atención de todas las fiestas de gala, con
ser más famoso que Barack Obama y no tener que mancharme las manos cogiendo un
pico o una pala. Con una vida de lujos y excesos de la alta sociedad, beber
champagne hasta la saciedad sin importarme la soledad. Pero ahora que tengo
todo eso sueño con realidades inalcanzables para este viejo. Sueño con una
caricia o un beso, sueño con estar acompañado dando un paseo, sueño con una
sonrisa, un guiño o un “te echaba de menos”…
domingo, 4 de noviembre de 2012
Mesa para...
La mesa estaba puesta para tres. Tres platos, tres vasos, tres
cubiertos. Éramos dos... y un gran vacío en el alma. Ninguno podíamos
articular palabra y el silencio era un recordatorio constante de nuestra
soledad. Ella empezó a recoger los utensilios que sobraban en la mesa. Se llevó
el cuchillo sin punta, el plato y el vaso de Mickey Mouse. Apenas pudimos probar
bocado de la comida que habíamos estado preparando durante dos horas, cuidando
cada detalle y prestando especial atención a la presentación.
Media hora antes todo era felicidad en nuestra casa. Hacíamos
bromas constantemente para soltar la tensión acumulada y nos reíamos como niños
pequeños, incluso acabé con parte de la salsa en la cara y en el delantal. Nos
habíamos vestido de la mejor forma posible para la ocasión: informales pero elegantes.
La casa estaba reluciente y su habitación estaba recogida y con un suave olor a
lavanda. Todo era perfecto. Hasta que sonó el teléfono.
-No te
preocupes, lo seguiremos intentando, la mujer de la agencia de adopción me ha dicho
que nunca les había pasado esto, que era la primera vez que todo fallaba en el
último momento –dije esperanzador-. Sé que lo hemos intentado ya muchas veces
pero estoy seguro que a la próxima lo conseguiremos.
Me acerqué
a ella y la cogí de la mano, pero ella la apartó y se fue a la habitación sin
pronunciar palabra. A partir de entonces siempre puse la mesa con un plato, un
vaso, un cubierto…
Frase inicial: @consuelosempere
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