La mesa estaba puesta para tres. Tres platos, tres vasos, tres
cubiertos. Éramos dos... y un gran vacío en el alma. Ninguno podíamos
articular palabra y el silencio era un recordatorio constante de nuestra
soledad. Ella empezó a recoger los utensilios que sobraban en la mesa. Se llevó
el cuchillo sin punta, el plato y el vaso de Mickey Mouse. Apenas pudimos probar
bocado de la comida que habíamos estado preparando durante dos horas, cuidando
cada detalle y prestando especial atención a la presentación.
Media hora antes todo era felicidad en nuestra casa. Hacíamos
bromas constantemente para soltar la tensión acumulada y nos reíamos como niños
pequeños, incluso acabé con parte de la salsa en la cara y en el delantal. Nos
habíamos vestido de la mejor forma posible para la ocasión: informales pero elegantes.
La casa estaba reluciente y su habitación estaba recogida y con un suave olor a
lavanda. Todo era perfecto. Hasta que sonó el teléfono.
-No te
preocupes, lo seguiremos intentando, la mujer de la agencia de adopción me ha dicho
que nunca les había pasado esto, que era la primera vez que todo fallaba en el
último momento –dije esperanzador-. Sé que lo hemos intentado ya muchas veces
pero estoy seguro que a la próxima lo conseguiremos.
Me acerqué
a ella y la cogí de la mano, pero ella la apartó y se fue a la habitación sin
pronunciar palabra. A partir de entonces siempre puse la mesa con un plato, un
vaso, un cubierto…
Frase inicial: @consuelosempere
No hay comentarios:
Publicar un comentario