...me levanté de la cama, no sin dificultad, y apoyé los pies
en el suelo, justo al lado de un pedazo de dignidad que yacía en la alfombra.
Lo recogí con las manos y a continuación me impulsé para ponerme de pie. Al
encender la luz vi que sobre la mesa yacía una cantidad importante de
autoestima y la agarré como pude. Fui hacía la estantería y junto a la cadena
de música encontré detrás de unos discos un buen trozo de motivación, y
aproveché para poner un CD de Foo Fighters. Me puse unos pantalones cortos y la
camiseta del día anterior y descubrí que debajo de ella había otro pedazo de
dignidad un poco mayor que el de al lado de la cama. Caminé unos pasos hasta el
armario donde se encontraban las zapatillas de deporte y vi que dentro de una
de ellas había lo que parecía un buen puñado de energías. Una vez vestido
recogí de la mesa el vaso vacío, la botella de ron y el plato con los restos de
la cena de la noche anterior y lo llevé todo a la cocina. De dentro de la nevera
saqué un trozo de pizza y lo guardé en el estómago en cuestión de segundos, y
fue entonces cuando vi que detrás del brick de leche estaba casi al completo,
envuelto en papel de plata, mi orgullo. También me lo agencié. Me guardé una
llave de la puerta de casa y salí a correr cuando el cielo aún contenía débiles
estrellas que se preguntaban que hacía en la calle a esas horas. Mis piernas
reaccionaron como deseaba y aún resonaba la música dentro de mi cabeza mientras
recorría los kilómetros que separaban mi casa del éxito, corriendo y
deshaciéndome a cada paso de las malas experiencias, de los malos comentarios,
de los fracasos y de las decepciones. Habían conseguido que decayera, que
perdiera toda esperanza y que me dejara hundir, pero aquella mañana en la que
el sol asomaba por el horizonte para calentarme, estaba preparado para
intentar, de nuevo, comerme el mundo...
Cuantas veces me habré levantado con esa sensación, lo malo es que en vez de buscar la dignidad perdida, me quedo tumbado en el sofá esperando a que vuelva. Suele tardar unos días.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un saludo Daniel.
Sí, nos debemos de pensar que la dignidad está debajo de algún cojín porque no falla, siempre acabamos ahí. Pero está bien de vez en cuando recordar que debemos salir a buscarla a la calle.
Eliminar¡Muchas gracias Jon, un saludo!
He llegado vía Twitter, y me has entretenido bastante, jeje. Sigue escribiendo, que yo me pasaré de vez en cuando :)
ResponderEliminarMe alegro, y al ver comentarios como éste animan a seguir escribiendo. Pásate cuando quieras que serás bienvenido, ¡un saludo!
EliminarGenial!
ResponderEliminarUna modo original de delinear una experiencia por la que pasamos todos...
…Un texto motivador! Gracias!
¡Gracias! espero que ayude aunque sea un poco a todos los que pasamos por un bache. Un saludo
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