martes, 24 de julio de 2012

Celebración


...Nacho, Juan y Pedro tenían la calle entera para ellos solos, no tenían ningún problema para correr, nadie les estorbaba. Un punto muy a favor cuando te has tomado entre 7 y 9 copas y te persigue un portero de discoteca que pesa 120 kg como mínimo. Empezaron a adentrarse por calles secundarias y pronto lograron despistar al perseguidor. Los 120 Kg no son fáciles de mover en grandes distancias.

- ¡Loco! - Dijo Nacho - ¿Pero no te habías dado cuenta de que esa chica iba acompañada?

- Podía ir trodo lo acompañada que tú digas, pero mme estaba ponindo... ojjitos - Contestó Pedro, cuya lengua no reaccionaba como él quería

- ¡Vosotros dos!, rápido, mirad a esos dos de ahí - Intervino Juan señalando a un hombre y una mujer que salían de un portal. Él iba con vaqueros y camisa blanca y parecía bastante furioso. Ella, vestida con una falda hasta las rodillas y una blusa, lloraba mientras gritaba al hombre - Creo que deberíamos ir a ver qué pasa

Nuestros tres amigos, que se encontraban de celebración un miércoles a las tres de la madrugada, se acercaron a la pareja sin titubear. El hombre había abierto la puerta de un Porsche 911 Carrera y obligaba a la mujer a que entrara en él a gritos. Ella parecía desear cualquier cosa menos entrar en aquél coche.

- ¡Déjala en paz!, ¿No ves que no se quiere ir contigo?, súbete al coche y vete que nosotros cuidaremos de ella - Dijo Juan, quién se había adelantado con respecto a sus dos amigos.

- ¿Pero vosotros quiénes sois?, marchaos a casa mocosos, aquí no pintáis nada - Contestó el hombre.

- ¿Pero cómo una shica tan uapa como tu puede derrambar una sola lágruima?, debería eshtar prohibido - Le dijo Pedro a la mujer, que con todo el alboroto fue la única que le escuchó. El autor del intento de piropo era incapaz de quitar los ojos de su cara, como si nada más estuviera pasando alrededor.

- ¡Vete o llamamos a la policía!, les encantará encargarse de un maltratador malcriado como tú, ¡Largo! - Gritaba Nacho, quien ya había alcanzado el mismo tono de voz que Juan.

El hombre, cada vez más alterado, centró su rabia en los tres chicos. Pero ellos, que esa noche se sentían dispuestos a todo, no dieron ni un paso atrás. Llegados al clímax de la situación, hubo un forcejeo entre el hombre y Juan, que acabó con nuestro "algo más que contento" joven estampado contra la ventanilla del Porsche. La mayoría de los cristales cayeron en el asiento y libraron a las manos de Pedro de algún que otro corte cuando se apoyó en el suelo para levantarse. Ahora sí que se había vuelto completamente loco el hombre de vaqueros y camisa, sus ojos ardían y por el cuello empezó a circular tanta sangre que las venas se marcaron hasta el punto de volverse visibles incluso para quien ve doble. Los tres jóvenes empezaron a correr de nuevo siguiendo la misma estrategia que habían utilizado con el portero de discoteca, hasta que acabaron escondidos en un parking subterráneo. Cuando recobraron el aliento se miraron a la cara y ninguno pudo contener la risa. Rieron y rieron hasta que Juan dijo - Espero que estés disfrutando de tu celebración, señor arquitecto. Ahora que has terminado la carrera y empiezas una vida seria ya no podremos tener estas noches - Y Nacho negó con la cabeza mientras reía.

Siguieron hablando un rato entre ellos dos sobre la vida adulta, jurando y perjurando que seguirían realizando todas las locuras que pudieran, hasta que uno de ellos se dio cuenta de que Pedro estaba mirando a la nada con una sonrisa de oreja a oreja. - ¿Estás bien? - Preguntó uno de ellos.

- Mejor que nunca - Contestó Pedro. Acto seguido sacó un trozo de papel del bolsillo y dijo - Se llama Andrea, me ha dichuo que llevaba messes querriendo dejar a su nofio, el tio al que habbeis roto la fentanilla, pero que nunca lo connseguía. Éste es su telfono. Creo que estoy enamborado...

Y los tres amigos rieron durante todo el viaje de regreso a casa...

2 comentarios:

  1. Esas juergas universitarias, que recuerdos. Poco a poco se vuelven cada vez más esporádicas hasta desaparecer. Pero bueno, cada cosa tiene su momento.
    ¡Un saludo!

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  2. Esas juergas donde aún nos permitimos ser un poco gamberros, pero siempre se puede encontrar una excusa para otra juerga más. ¡Saludos!

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