Su pelo rubio se movía a causa del viento que provocaba
viajar a 140 km/h. ¿El destino? Cualquier playa desierta del sur de la
península. Buscaríamos alguna pequeña playa soleada en la que beberíamos hasta
el atardecer y nos bañaríamos desnudos sin que nadie nos molestase. Me había
gastado mis ahorros en alquilar este descapotable pero no me arrepentía, tanto
tiempo explotado en la misma empresa te lleva a cometer este tipo de locuras.
Era la chica de mis sueños y estaba a mi lado, por fin, viajando los dos solos
como siempre había imaginado. Sin preocupaciones. Sin responsabilidades. Nos
pusimos de acuerdo esta mañana en el metro de camino al trabajo. Pisé el
acelerador y exprimí el motor de 200 caballos mientras sonaba “You Can't Always
Get What You Want” por el potente equipo de música.
No teníamos ninguna reserva de hotel y con toda seguridad
ahora mismo ya estaba oficialmente despedido, puesto que había dejado colgado a
mi jefe en una importante presentación en la que por supuesto él no había
trabajado. Pero era feliz por estar con ella. Giró la cabeza y pude contemplar
esa sonrisa que tantas mañanas me había hipnotizado desde el otro lado del
vagón, alegrándome el resto del día y facilitándome a la mañana siguiente levantarme
a las 7 de la mañana para ir al trabajo en el abarrotado transporte púbico.
Abrió la boca y me dijo:
- Próxima estación Atocha. Atención, estación en curva, al
salir tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén.