Entré en el supermercado con la cabeza gacha y la capucha
puesta, desviando miradas y esquivando carros mientras avanzaba a zancadas por
el pasillo de congelados. Llegué a la sección de detergentes y vi a mi lado a
una niña y una madre de la mano, me agaché y le dije a la pequeña en tono bajo
"he pasado por la zona de los helados y he visto un monstruo con sangre en
los labios que tiene ganas de comerse a una niña a bocados". Llorando la
madre se llevó a su hija en brazos, mirándome de arriba a abajo me dijo que era
un maleducado. Llegué a la sección de bebidas donde cogí una botella de ron y
otra de tequila, bajo la atenta mirada de una cámara de seguridad que me seguía.
Caminando con sangre fría llegué en seguida a caja donde una joven chica me
atendería, el hombre que tenía delante hace tiempo que me conocía pero estaba
seguro de que en este momento no me reconocería. Bajo una barba de dos semanas
y la capucha mi cara se escondía. Llegó el momento en que la dependienta me
atendió, "16,50 por favor" me dijo sin prestarme atención. Saqué la
pistola del pantalón y le dije con intimidación "saca todo el dinero del
cajón y mételo en una bolsa junto con las botellas sin llamar la atención".
La joven me hizo caso y me guardé el arma bajo el brazo, hacía dos meses que se
me había acabado la prestación del paro y nadie quería dar trabajo a un abogado
de 36 años. "Bien hecho, ahora quédate en tu asiento sin mover un
dedo" le dije a la chica con los ojos llenos de miedo. Salí por la puerta pensando
en el dinero, por fin volvería a tener ingresos. Aunque este mes cobraría en
negro.
Que no tema, si quiere podrá declarar el dinero en la siguiente amnistía fiscal.
ResponderEliminarAsusta cuanto se acerca a la realidad este relato.
Un saludo.
Es cuestión de tiempo que empiecen a sucederse este tipo de situaciones. En fin, esperemos que pase esta situación lo antes posible.
ResponderEliminarComos siempre gracias por el comentario, un saludo!