...el libro era majestuoso, páginas y más páginas escritas
con un vocabulario exquisito que te hacían adentrarte en la historia hasta el
punto de no retorno. Ni el cansancio ni las distracciones, lo único que podía
conseguir que dejaras de leer era que te quitaran el libro de las manos a la
fuerza. Y aun cuando habías dejado de leer una parte de ti aún seguía dentro de
la historia, caminabas por los bosques y te adentrabas en los terrenos aun por
explorar en los que o bien conseguías la más grande de las victorias o
sucumbirías y pasarías a formar parte de ese libro infinito llamado Olvido.
Sentías respirar al unísono con el protagonista y sus heridas te dolían como si
estuvieses presente en el campo de batalla. Un libro que apareció de la nada,
odiado (envidiado) por muchos y aclamado por pocos que traspasó las fronteras.
Que lo censuraran en algunos países no hizo más que avivar la expectación que
se había creado. Expectación que nadie comprendía, puesto que el autor no era más
que un estudiante.
- No tengo ningún secreto, simplemente me sentaba delante
del ordenador con la luz apagada y sin más compañía que una jarra de agua y
unos auriculares. Escribía y escribía, hasta tal punto que dejaba de buscar las
palabras y eran ellas las que me buscaban a mí. Cuanto menos pensaba más
palabras me venían a la cabeza, fluían y lo único que tenía que hacer era
transmitirlas al teclado, escribir a la misma velocidad a la que... a la que mi
mente me hablaba. Simplemente me dejaba llevar. Estoy muy orgulloso del
resultado y espero que este libro pase a formar parte de la historia - fue la
respuesta del estudiante.
- ¿Nos podría explicar Señor D.G. como alguien como usted
que no había escrito antes ningún libro ha podido crear esta obra que está
dando la vuelta al mundo, y así acallar a las malas lenguas que insinúan que no
ha sido usted el autor?, ¿Cuál es su secreto? - fue la pregunta del presentador.
Los focos elevaban la temperatura del plató y hacían surgir
las molestas gotas de sudor en la frente del estudiante. Todas las cámaras
apuntaban a su cara y el público permanecía callado sin dejar de observarle. La
presión empezó a incomodarle, comenzó a tener mala cara y a sentir fuertes
dolores en el pecho. Las gotas de sudor aumentaban y cada vez escuchaba más
lejana la voz del presentador. No es lo mismo llevar la fama desde tu cuarto
que desde un plató de televisión desde el que te contempla medio mundo. Cruel escaparate
para sufrir un ataque al corazón. Empezó a haber un movimiento constante de
personas, parte del público permaneció inmóvil en sus asientos pero el resto
comenzó a incomodarse. Llegaron dos médicos con un desfibrilador, varios
técnicos abandonaron sus puestos de trabajo, los colaboradores se encaminaron
hacia el camerino... Lo único que no se vio alterada fue la luz que indicaba
que estaban en antena. Tras pararse su corazón para siempre, aquel estudiante
había conseguido ganarse definitivamente un hueco en la historia. Todo había
salido a la perfección…
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